Escrito por Pedro Iglesias Casas, pediatra de atención primaria.en el blog: aTensión Primaria:
http://atensionprimaria.wordpress.com/2012/11/30/al-final-manda-el-boligrafo/ y que reproduzco a continuación:Al final, manda el bolígrafo
Hace unos días, por la tarde, Julia Otero ha entrevistado al señor Ignacio González, Presidente de la Comunidad de Madrid, en su programa de Onda Cero, Julia en la Onda. Esa mañana, Carlos Herrera (Herrera en la Onda) había hecho lo propio con el señor Fernández-Lasquetty, Consejero de Sanidad de la CAM. Sería de agradecer que la cadena esté tan dispuesta a informar sobre el conflicto que vive la sanidad madrileña, si no fuera por los atisbos de parcialidad que se desprenden de ambas entrevistas.
El señor González ha dicho dos verdades: una, que no va a privatizar la sanidad pública; y dos, que los ciudadanos no tendrán que sacar la cartera para pagar la atención que reciban.
Porque lo que pretende el señor González es “externalizar” la prestación de la atención sanitaria, que no es lo mismo. Y en una atención sanitaria pública-externalizada, el usuario final no es el que paga.
Ya nos han explicado y convencido de que es necesario reducir los gastos, y los han reducido todo lo que han podido en el capítulo más fácil de controlar, el coste del personal: han bajado el sueldo más de un 5%, han quitado una paga extra, han cancelado el abono de los doblajes y repartos, han suspendido la aplicación de la carrera profesional, han prolongado la jornada laboral, han quitado días de libranza por antigüedad y moscosos, han reducido la contratación de suplentes, han reducido las prestaciones en caso de incapacidad laboral, han…
Y, aunque menos aireado, seguro que también han reducido todo lo que hayan podido en infraestructuras y gastos corrientes, en mantenimiento de locales, calefacción…
Pero ¡ay señor!, quién pudiera controlar, meterle mano, ponerle freno a ese otro sumidero por el que se va una parte tan sustanciosa del presupuesto sanitario: el bolígrafo. Sí, sí, el simple y sencillo bolígrafo en manos del médico que, con sus decisiones clínicas, decide cuál va a ser el coste de cada proceso que atiende. Si es necesario hacerle una TAC a ese paciente que ha sufrido un traumatismo craneoencefálico o bien se puede esperar a ver qué pasa. Si es necesario tratar a ese niño hiperactivo con un medicamento de liberación prolongada o bien podría ir tirando con la versión normal, que va peor pero cuesta la décima parte. Si se mantiene ingresado a ese anciano con pluripatología que está requiriendo tantos y tan caros cuidados, o bien lo derivamos a “un hospital especializado en ancianos” aunque pille tan lejos de su casa. Si es tan necesario que en los Centros de Salud haya pediatras para atender a los niños. Si…
A los gestores de la sanidad siempre les ha resultado imposible atacar por ahí. Porque el médico de la sanidad pública, con su condición laboral de funcionario, puede tranquilamente enarbolar la bandera de la ética, puede decidir libremente, “según su leal saber y entender”, buscando siempre el mayor beneficio clínico para el paciente, al menos lo que a él le parezca lo más conveniente: le van a pagar lo mismo, ni más ni menos, a final de mes.
Es verdad, si llegara a producirse la “externalización”, los ciudadanos no tendrán que sacar la cartera. Porque, recordemos, hay tres clases de relación médico-paciente:
1) La medicina privada, en la que el paciente paga directamente cada uno de los costes, y muchas veces se encontrará más satisfecho cuantas más cosas -y más caras- le hagan, es la medicina de la complacencia (el médico se esfuerza en complacer al paciente), del “cuanto más, mejor” (el médico, cuanto más hace, más gana).
2) La medicina pública-externalizada en la que el paciente no paga, pero su atención siempre es un saldo negativo para el prestador del servicio, el médico se esfuerza en complacer a su empleador, es la medicina del “cuanto menos, mejor” (cuanto menos hago, menos pierdo), y
3) La medicina pública de prestación pública, en la cual el médico se esfuerza en complacerse a si mismo al procurar el mayor beneficio clínico para el paciente (no quiere decir que siempre lo consiga), es la medicina del “cuanto mejor, mejor“, que deja en segundo plano -sin despreciarlos, solo en segundo plano- tanto los costes económicos como la simple “complacencia” del paciente.
Así que si llegamos a tener la desgracia de que la sanidad pública sea gestionada con criterios mercantiles, con la vista puesta en el beneficio económico más que en el beneficio del paciente, los usuarios recibirán un servicio mucho peor, porque el bolígrafo del médico estará lastrado por las consecuencias económicas y laborales que sus decisiones puedan tener sobre si mismo, sobre sus ingresos y hasta sobre su estabilidad laboral, y así, seguramente, muchos médicos tendrán que arrinconar la bandera de la ética. Y, en realidad, es muy posible que algún paciente acabe decidiendo pagarse por si mismo el TAC que no le han pedido o el medicamento de liberación prolongada que no le han prescrito. Es la única forma de que la sanidad pública sea rentable, así sí se podrá prestar incluso con la reducción presupuestaria del 15% prevista para 2013. Y aún sobrará para beneficios.
También se ha dicho que la huelga del personal sanitario es injustificada y sólo se debe a motivos laborales. Aquí el señor Lasquetty, que es quien lo ha dicho, no ha dicho la verdad. Más arriba se han descrito hasta ocho afrentas económico-laborales que el personal sanitario de la Comunidad de Madrid ha sufrido en los últimos tiempos, y por ninguna de ellas han protestado. Si por algo se caracteriza este gremio es por su individualismo y su incapacidad para unirse en reivindicación de derechos laborales. El personal sanitario de la CAM, y en particular los médicos convocados por la AFEM, está en huelga indefinida, ejerciendo una fuerza tan inusitada, alcanzando una unión y una firmeza tan sorprendentes, porque su huelga es una huelga ética, porque lo que reclaman es la independencia clínica, lo que reclaman es la propiedad del bolígrafo. Creo que debemos apoyarles, y recordar al señor Lasquetty que si está en el puesto que está, es para gestionar la sanidad, no para quitársela de
encima. Y si no sabe, que deje a otro.
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Pedro Iglesias Casas, pediatra de atención primaria.
El señor González ha dicho dos verdades: una, que no va a privatizar la sanidad pública; y dos, que los ciudadanos no tendrán que sacar la cartera para pagar la atención que reciban.
Porque lo que pretende el señor González es “externalizar” la prestación de la atención sanitaria, que no es lo mismo. Y en una atención sanitaria pública-externalizada, el usuario final no es el que paga.
Ya nos han explicado y convencido de que es necesario reducir los gastos, y los han reducido todo lo que han podido en el capítulo más fácil de controlar, el coste del personal: han bajado el sueldo más de un 5%, han quitado una paga extra, han cancelado el abono de los doblajes y repartos, han suspendido la aplicación de la carrera profesional, han prolongado la jornada laboral, han quitado días de libranza por antigüedad y moscosos, han reducido la contratación de suplentes, han reducido las prestaciones en caso de incapacidad laboral, han…
Y, aunque menos aireado, seguro que también han reducido todo lo que hayan podido en infraestructuras y gastos corrientes, en mantenimiento de locales, calefacción…
Pero ¡ay señor!, quién pudiera controlar, meterle mano, ponerle freno a ese otro sumidero por el que se va una parte tan sustanciosa del presupuesto sanitario: el bolígrafo. Sí, sí, el simple y sencillo bolígrafo en manos del médico que, con sus decisiones clínicas, decide cuál va a ser el coste de cada proceso que atiende. Si es necesario hacerle una TAC a ese paciente que ha sufrido un traumatismo craneoencefálico o bien se puede esperar a ver qué pasa. Si es necesario tratar a ese niño hiperactivo con un medicamento de liberación prolongada o bien podría ir tirando con la versión normal, que va peor pero cuesta la décima parte. Si se mantiene ingresado a ese anciano con pluripatología que está requiriendo tantos y tan caros cuidados, o bien lo derivamos a “un hospital especializado en ancianos” aunque pille tan lejos de su casa. Si es tan necesario que en los Centros de Salud haya pediatras para atender a los niños. Si…
A los gestores de la sanidad siempre les ha resultado imposible atacar por ahí. Porque el médico de la sanidad pública, con su condición laboral de funcionario, puede tranquilamente enarbolar la bandera de la ética, puede decidir libremente, “según su leal saber y entender”, buscando siempre el mayor beneficio clínico para el paciente, al menos lo que a él le parezca lo más conveniente: le van a pagar lo mismo, ni más ni menos, a final de mes.
Es verdad, si llegara a producirse la “externalización”, los ciudadanos no tendrán que sacar la cartera. Porque, recordemos, hay tres clases de relación médico-paciente:
1) La medicina privada, en la que el paciente paga directamente cada uno de los costes, y muchas veces se encontrará más satisfecho cuantas más cosas -y más caras- le hagan, es la medicina de la complacencia (el médico se esfuerza en complacer al paciente), del “cuanto más, mejor” (el médico, cuanto más hace, más gana).
2) La medicina pública-externalizada en la que el paciente no paga, pero su atención siempre es un saldo negativo para el prestador del servicio, el médico se esfuerza en complacer a su empleador, es la medicina del “cuanto menos, mejor” (cuanto menos hago, menos pierdo), y
3) La medicina pública de prestación pública, en la cual el médico se esfuerza en complacerse a si mismo al procurar el mayor beneficio clínico para el paciente (no quiere decir que siempre lo consiga), es la medicina del “cuanto mejor, mejor“, que deja en segundo plano -sin despreciarlos, solo en segundo plano- tanto los costes económicos como la simple “complacencia” del paciente.
Así que si llegamos a tener la desgracia de que la sanidad pública sea gestionada con criterios mercantiles, con la vista puesta en el beneficio económico más que en el beneficio del paciente, los usuarios recibirán un servicio mucho peor, porque el bolígrafo del médico estará lastrado por las consecuencias económicas y laborales que sus decisiones puedan tener sobre si mismo, sobre sus ingresos y hasta sobre su estabilidad laboral, y así, seguramente, muchos médicos tendrán que arrinconar la bandera de la ética. Y, en realidad, es muy posible que algún paciente acabe decidiendo pagarse por si mismo el TAC que no le han pedido o el medicamento de liberación prolongada que no le han prescrito. Es la única forma de que la sanidad pública sea rentable, así sí se podrá prestar incluso con la reducción presupuestaria del 15% prevista para 2013. Y aún sobrará para beneficios.
También se ha dicho que la huelga del personal sanitario es injustificada y sólo se debe a motivos laborales. Aquí el señor Lasquetty, que es quien lo ha dicho, no ha dicho la verdad. Más arriba se han descrito hasta ocho afrentas económico-laborales que el personal sanitario de la Comunidad de Madrid ha sufrido en los últimos tiempos, y por ninguna de ellas han protestado. Si por algo se caracteriza este gremio es por su individualismo y su incapacidad para unirse en reivindicación de derechos laborales. El personal sanitario de la CAM, y en particular los médicos convocados por la AFEM, está en huelga indefinida, ejerciendo una fuerza tan inusitada, alcanzando una unión y una firmeza tan sorprendentes, porque su huelga es una huelga ética, porque lo que reclaman es la independencia clínica, lo que reclaman es la propiedad del bolígrafo. Creo que debemos apoyarles, y recordar al señor Lasquetty que si está en el puesto que está, es para gestionar la sanidad, no para quitársela de
encima. Y si no sabe, que deje a otro.
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Pedro Iglesias Casas, pediatra de atención primaria.
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